Matías y Vicky – Un análisis de los personajes de la serie “Envidiosa”
- Lucia L
- 1 dic 2024
- 4 Min. de lectura

Hace poco tiempo, se estrenó en la plataforma de Disney + la serie “Envidiosa”, protagonizada por Griselda Siciliani y Esteban Lamothe. Los personajes han generado numerosos comentarios y polémicas, así como también varias preguntas en el Instagram de Ojotas con Medias (@ojotasconmedias9). Por ese motivo, decidí escribir este artículo pero te advierto – por si no viste la serie – que contiene spoilers. Si no tuviste la oportunidad de verla y tenes planeado hacerlo, te sugiero que pospongas la lectura de este artículo.
Vicky, el personaje que encarna Griselda Siciliani, es una mujer de alrededor de cuarenta años que tuvo una larga historia de amor con su pareja Daniel. Daniel es un abogado que proviene de una familia aparentemente adinerada. Su padre es también abogado y trabajan juntos en el estudio familiar. Vicky tiene una dinámica familiar un tanto más compleja que la que parece vivir Daniel. Su papá las abandonó a ella y a su hermana a una muy temprana edad y formó una nueva familia. Su mamá hizo lo mejor que pudo en ese contexto con las herramientas con las que contaba, con sus cosas buenas y malas pero en definitiva estuvo y está presente. La infancia de Vicky – y específicamente sus momentos felices – se construyen en torno a la imagen que aparece en la caja de cereal que ella desayunaba cuando su padre aún era una figura presente en su vida. Dicha imagen resumía el estereotipo de familia feliz: una mujer y un hombre con dos hijos, desayunando en familia. Para Vicky, esa imagen se convierte en un modelo a seguir, en un fuerte anhelo, pero sobre todo en la única manera de alcanzar la felicidad.
Personalmente, creo que el personaje de Vicky encarna procesos internos de gran complejidad y con mucho por entender, pero que pueden describirse a partir de esa caja de cereal. Por un lado, Vicky relaciona los momentos más felices de su vida con la escena familiar de su infancia temprana, cuando su padre aún era parte de esa feliz escena. Tras el abandono de su padre, una niña con las pocas herramientas emocionales que caracterizan esta etapa se vio obligada a procesar el “desamor” de su papá. Así es exactamente cómo se siente muchas veces y esto lo se por haberlo vivido en primera persona. Un niño no tiene los mismos recursos emocionales que un adulto para afrontar este tipo de situaciones y el razonamiento que tiende a hacer es: papá se fue, no quiere verme, hay algo mal en mí. A estas edades, la posibilidad de que “haya algo mal” en el adulto a cargo es impensada. La idea de si mismo que tiene el niño como persona independiente es la que le transmiten sus cuidadores desde las palabras, desde las acciones, desde la presencia y desde la ausencia.
Las situaciones de abandono en la infancia requieren de la construcción de algún tipo de “salvavidas” que muchas veces no es siquiera un proceso guiado y aquí cada uno hace lo que puede. Para algunos niños, el “salvavidas” es el dejar de lado el hecho de sentirse indefensos en una pileta en la que no hacen pie. Hacen de cuenta que están en tierra y que todo está bien, y sepultan cualquier herida en lo más profundo de su ser. Esto no suele ser gratis porque de algún modo se vuelve un patrón repetitivo. En general el resultado es un adulto al que le cuesta muchísimo conectarse con sus propios sentimientos, registrarlos y transitar los procesos que sean necesarios para estar bien. Conozco adultos que son grandes personas pero que han desarrollado ese patrón a tal punto de que transitan duelos tan dolorosos como la pérdida de un hijo tapándose de trabajo o saliendo a correr alguna vez más a la semana. El problema de esto es que no creo que exista tal cosa como pasarle una aspiradora mágica al dolor. Se puede llegar a barrer y esconderlo bajo la alfombra por más o menos tiempo, pero allí está. Existe, no se esfumó y en cuanto la alfombra que lo contiene se corre puede salir como un torbellino fuera de control.
En el caso de Vicky, la niña encontró su salvavidas en esa caja de cereal. Creó a partir de esa imagen una fantasía familiar que le permitió atravesar su dolor. Sin embargo, en un momento de su vida ese salvavidas se convirtió en un ancla que la estancó en el pasado, y la caja de cereales se tornó su prisión. Vicky está atrapada en una prisión de estereotipos y mandatos que en su momento fueron su salvavidas pero que hoy la condenan a una vida de infelicidad. Para ser feliz, ella tiene que estar casada con un hombre. Ese hombre tiene que cumplir con el estándar de su caja de cereal: debe tener un trabajo de saco y corbata, con cierto nivel de vida aparente. En ocasiones, parece que poco importa que la valore, que la cuide y que la ame.
Matías es un hombre que Vicky conoce tras haberse separado de Daniel luego de una relación de pareja de muchos años. Al ver que Daniel continúa con su vida rápidamente y se casa con otra mujer, a Vicky se le reabre una herida de su infancia. Tal como ese padre ausente eligió abandonarla a ella y estar presente en la crianza de otra de sus hijas, Daniel eligió no casarse con ella, pero si hacerlo con otra mujer. Vicky vuelve a sentir que algo está mal en ella por no ser “la elegida”. Matías es un hombre simple, muy conectado con el presente, librado de estereotipos. Tiene su departamento, un local que le alquila a un negocio familiar de comidas y él decide trabajar en esa rotisería. ¿Por qué? Porque puede. Porque es feliz con ese combo. Matías disfruta el hoy y de algún modo le muestra a Vicky que puede ser feliz con lo que tiene. Matías parece encarnar en la vida de Vicky a quien puede abrir esa caja de cereales que la aprisiona y mostrarle una vida más allá de ella. Vicky lo ve como un amigo, ya que no encaja en su estereotipo de hombre. El tiempo dirá que relación los termina uniendo.
Una reflexión final
Más allá de que los personajes nos regalan momentos de risas, cada situación nos invita a reflexionar sobre su pasado, su presente y su futuro. ¿Podemos llegar a ser más felices conectándonos con nuestro presente o anhelando aquello que hoy no vivimos?
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