top of page
Buscar

¿Pedirías pescado en una parrilla de carnes rojas?

  • Foto del escritor: Lucia L
    Lucia L
  • 31 ago 2024
  • 5 Min. de lectura

En este artículo vamos a reflexionar sobre lo que sucede cuando pedimos pescado en una parrilla. Es un extracto de un capítulo de mi libro (próximamente disponible) que creo tiene una gran enseñanza. Que lo disfrutes.


Tengo una tía a la que quiero mucho. Ahora estamos un tanto distanciadas por cosas de la vida, pero el amor sigue intacto. Son tantas las cosas vividas y aprendidas con ella – y de ella – desde el inicio de mis días y tan grande el amor que me ha dado que es imposible que no la quiera con todo mi corazón. Lamentablemente hay circunstancias en las que debemos tomar distancia de quienes queremos incluso en pos de no generar daños irreparables en los vínculos cuando las cosas están por demás caldeadas– y si, sucede incluso con la familia.  


Como dije antes, mi tía me enseñó muchas cosas y una de ellas la aprendí a través de una anécdota. Yo tenía aproximadamente seis o siete años cuando me contó que por una cena de trabajo había ido a un restaurante muy famoso en la zona de Puerto Madero. Era una parrilla. Pero no solo eso, sino que además el mismísimo nombre del lugar sugería que cada plato de la carta sería con carne de vaca. Me atrevería a decir que al 99% de las personas no se le ocurriría pedir otra cosa allí que carne de vaca, o bien directamente optaría por ir a otro restaurante con platos que sean más de su agrado. Pero mi tía no. Mi tía siempre fue bastante cabeza dura (con todo lo lindo que tiene también eso) y entró al lugar pensando en cenar pescado. No solo eso, sino que cuando el mozo le tomó su pedido le preguntó, con una mezcla de indignación y frustración, por qué no ofrecían pescado. El mozo, tan cordial como asertivo, le respondió “porque este restaurante es una parrilla especializada en carne de vaca”.


Cuando escuché esa anécdota a tan temprana edad, solo me reí del absurdo, pero por alguna razón ese relato quedó presente en mi mente y volvió a mis pensamientos conscientes en mi adultez temprana como si sospechara que había algo de esa historia que no había captado, una enseñanza que no había logrado aprovechar. La realidad era que los compañeros de mi tía habían pasado un buen rato y habían disfrutado de la cena en un lindo restaurante con una hermosa vista y con platos de alta calidad gastronómica. Mi tía solo tenía comentarios negativos. La carta no era lo suficientemente amplia, el mozo no era lo suficientemente amable y el bife estaba pasado de cocción. Creo que se quejó hasta del agua mineral que tomó.


¿Tiene sentido el modo en el que se sintió mi tía? ¡Claro que sí! Quizás ella había imaginado por horas el delicioso plato de pescado que iba a cenar. Había ido con la expectativa de cenar pescado, se había imaginado el color, el sabor, el aroma. Había inflado un globo de ilusión alrededor de ese plato que, una vez en el restaurante, la despiadada carta desinfló de golpe y el villano de mozo terminó de pinchar con un clavo oxidado. Analicemos ahora la situación. Era de público conocimiento que el restaurante se especializaba en carne de vaca a la parrilla. Sin embargo, mi tía se empecinó en pedir pescado. La carta no era despiadada, el mozo no era un villano y la gastronomía del lugar era de altísima calidad. Simplemente no ofrecían el plato que mi tía deseaba y, solo por ello, no pudo disfrutar de esa cena. Hubiese sido muchísimo más coherente con la situación que fuera a ese restaurante con la expectativa de comer un rico asado, o bien podría haber optado por faltar a esa cena e ir a un restaurante de mar. Sin embargo, optó por la frustración.


Creo que esta anécdota puede ser análoga a muchas relaciones en las que nos involucramos con la idea de “cambiar” al otro. Estoy convencida de que en algún punto previo a una relación de pareja todos tenemos ese momento de “sincericidio” con el otro en el que le confesamos algo que sabemos perfectamente que no le va a gustar. A veces viene en forma de chiste o actitud. Otras, en forma de historia. En ocasiones, puede ser incluso una comunicación clara y asertiva. Más temprano que tarde, la gente te va a decir quien es. Creo que puede ser hasta inconsciente, como una especie de “yo le avisé”. Sin embargo, es común que cuando el otro ve que dejaste pasar la bandera roja con letrero luminoso y sonido ensordecedor, ese costado tienda a ocultarse y de golpe salga a la superficie tiempo después. Una vez alguien con quien había salido algunas veces a citas me respondió a un cumplido que le dije con una frase (“en chiste”) lapidaria “no me idealices porque te voy a defraudar”. En ese mismo momento entendí que estaba en sus planes defraudarme y decidí no tener más contacto, antes de lo cual le di una explicación sincera. La respuesta fue aún peor. “Defraudarte es lo último que haría”. Es lo último…pero lo harías. Por alguna razón eso había salido a la luz y estaba “a lo último” pero estaba presente en alguna lista. Decidí no exponerme a eso.

 

Mi mamá me ha dicho varias frases sabias. Una que siempre me pareció graciosa fue “los hombres se enamoran de Mafalda pero quieren luego convertirla en Susanita”. Para quienes no conocen a Mafalda, es un personaje de historietas muy popular que encarna a una niña que busca convertirse en una mujer independiente y autosuficiente. Susanita es una de sus amigas y está enamorada del amor. Es una niña cuya aspiración futura es casarse con un buen marido y ser una esposa devota. Mi mamá es más bien como Mafalda y ha vivido historias en las que le han reclamado con indignación el no ser como Susanita.


No tiene nada de malo que quieras pescado en lugar de carne de vaca. No tiene nada de malo que te enamores de Mafalda o de Susanita. El problema surge cuando buscas pescado en una parrilla especializada en carne de vaca o a Susanita en Mafalda. El único resultado posible de eso es tu propia frustración. Las cosas a veces son más simples de lo que creemos. Si queres pescado, hace una reserva en un restaurante de mar. Si queres a Susanita a tu lado, invita a salir a Susanita. Construí una relación de pareja coherente con tus valores, con quien sos y con lo que queres en tu vida.

 

¡Un abrazo y buena semana!



 
 
 

Comentarios


bottom of page